Con motivo del Día Mundial contra el Cambio Climático, el 24 de octubre, nos invita a reflexionar sobre cómo nuestras decisiones cotidianas, incluso al vestirnos, pueden contribuir a proteger el planeta.
Llenar el armario con prendas del llamado fast fashion, de baja calidad y corta duración, no solo afecta al medioambiente, sino también a nuestro bolsillo. De acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, 35% de los microplásticos en los océanos proviene del lavado de ropa, especialmente de telas sintéticas que liberan microfibras contaminantes.
Estas prendas se desechan rápidamente: en países como Estados Unidos, cada persona genera en promedio 36 kilos de residuos textiles al año. Aunque en 2014 se compró un 60% más de ropa que en el 2000, el tiempo de uso de cada prenda se redujo a menos de la mitad, según el Instituto de Recursos Mundiales.

Frente a esta realidad, la ONU creó la Alianza para la Moda Sostenible, que impulsa prácticas responsables en la industria textil. En América Latina, Textiles Lafayette, empresa con más de ocho décadas de experiencia, trata el 100% del agua que utiliza y recicla hasta el 70% en sus procesos, además de elaborar textiles de alta calidad con materiales reciclados como el PET.
Otras iniciativas regionales también apuntan al cambio: diseñadores independientes y cooperativas locales promueven la reutilización, el upcycling (la transformación creativa de prendas o materiales en nuevos productos de mayor valor) y la producción de prendas de larga vida útil, contribuyendo con una economía circular que beneficia al ambiente y a las comunidades.

Consumir de forma consciente va más allá de una acción ambiental, es una decisión inteligente. Invertir en ropa duradera significa gastar menos a largo plazo y cuidar el planeta al mismo tiempo.
Porque elegir bien lo que vestimos también es una forma de proteger nuestro futuro.
@robertoyanezeditor
robertoyanez.editor@gmail.com

